Responsabilidad afectiva

Si buscamos la etimología de la palabra responsabilidad, lo primero que aparece en el diccionario es “cargo, culpa, obligación moral de reparar y satisfacer”. Si seguimos buscando sinónimos, en 4ª línea aparece compromiso ¡¡Ajá!! Aquí está la horma de mi texto…

Hemos tenido que añadir el apellido afectivo para reflexionar sobre este último concepto, y por ende sobre la repercusión de nuestras palabras y actos, así como a quiénes van dirigidas, que muy habitualmente son nuestras familias, amig@s y parejas. 

Estoy anonadada de cómo corre el mundo en este momento, el acelere que llevamos tooodo el rato para poder hacer más, consumiendo cada vez más cosas en aras de ser felices produciendo. Ahora, para conseguir este objetivo, las personas se han convertido en algo de usar y tirar, algun@s las reciclan y reutilizan, pero esto no es relevante; lo importante es que estos hombres y mujeres nos sirvan para nuestro exclusivo propósito de alcanzar “mi satisfacción”, que al igual que el estilo de vida que llevamos, es igual de fugaz y efímera.

Ayer hablaba con una amiga sobre un rollete que se ha echado. Ella ilusa, pensaba que iba a ser su amor de verano, ese que te pierde y entretiene 1-2 meses pero, ¡oh, sorpresa! Su amiguete sólo le ha durado ¡15 días! El coleguita pasa de responderle a sus últimos mensajes de chat… ¿¿En serio no te comprometes a proponer una hora para quedar este sábado, que habías dicho que tenías disponibilidad, cuando ayer me mandaste 2 fotos de tus partes más íntimas??

Aquí va la segunda. Resulta que el otro día quedo con un TinderBoy por primera (y última) vez. Nos habíamos citado a las 20:30 en una ubicación. Yo vi que llegaba tarde 10 minutos y avisé, pero tras otros 15 de espera, el artista no se presenta. Como veo que no ha leído mi mensaje, le llamo. Me pide disculpas por su retraso y me dice que en 2 minutos está allí. A su llegada, todavía se excusa diciéndome que “…bueno, cómo es la gente, en estas apps te citas con alguien y luego ni se presenta; esto te lo hace hoy hasta el mejor de tus colegas…” . ¡¿Perdóoooon?! Mira, bonito, yo no soy así. Soy una tardona, pero no una impresentable, si digo que voy, es que voy, y si no voy, pues aviso igualmente… y claro, si observo que tú no llegas, te llamo. Primero para ponerte la cara colorada por el plantón, que eso da mucho gustito, y segundo porque a lo mejor te ha atropellado un coche y hasta tienes una segunda y mejor excusa para una nueva oportunidad… Te digo más, si es «un@ de mis mejores colegas» quien me lo hace, pues igual tenemos un buen motivo por el que hablar…

La tercera ronda ya fue una cagada gorda mía, por bocazas. Me cuenta mi hermana unos detalles personales… ¡¡y voy yo y lo casco!! Con toda la intención de ayudar con el problema, eso sí… pero si mi hermana ya tenía un marrón, ahora es marronazo… Tengo que admitir que unas copas de vino previas me soltaron la lengua, pero no es excusa. Cuando se cuenta un secreto, es porque alguien deposita su confianza en ti y te considera lo suficientemente valioso para desahogarse y aliviar su carga… Si no somos lo bastante madur@s para sobrellevarla, ¡casi mejor que no nos lo cuenten!

Vamos a ver… ¡por favor! Paremos sólo 10 minutos a SENTIR cómo nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos. No pensar, no sólo usar el sentido común, porque lo de «común», luego no lo es tanto y cada uno lo interpreta como más le interesa.

Se nos llena la boca reclamando empatía y asertividad en los demás para que “el mundo sea un lugar mejor”, y no tenemos ni la más remota idea de lo que esto significa y conlleva. Ponerse en el lugar de otr@, da miedito. Puede herir nuestra sensibilidad. Duele que nos traten mal y como no nos merecemos, pero también significa lidiar con nuestra frustración, porque a lo mejor dar lo que nos gustaría recibir, resulta que en el fondo no nos gusta tanto cuando tenemos que hacerlo por los demás. Es decir, que nos impacta de lleno en nuestro ego, siempre convencido de que estamos haciendo lo mejor. Nos inquieta, pica y molesta tener que renunciar a algo que deseamos por agradar o no agredir al otro. Da igual que sea una renuncia temporal, esto ni se contempla en ese momento.

Basta ya de salir huyendo cuando nos pidan que expresemos nuestra opinión, cuando haya que decir “esto no me gusta” o incluso necesitemos explicaciones. La honestidad y la humildad son conceptos más antiguos que el sol, pero no están obsoletos. De hecho, son universales en todas las culturas y quizás por ello hayan llegado hasta nuestros días.

Dejemos de tratar a las personas como si fueran otro bien de consumo. Como bien dice mi padre somos algo más que un “un cacho de carne con ojos” y sí, estoy enfadada por cómo nos estamos faltando el respeto. La mala educación se está generalizando tanto, que el ghosting famoso en las redes sociales de ligoteo empieza a hacerse tangible en esta vida real que se ha hecho vertiginosa. 

Por cierto, no me olvido de que equivocarse es humano, aunque algun@s tenemos más facilidad que otros para meter la pata, pero pedir perdón es el siguiente paso. Esto no nos hace más débiles, si no que dignifica y sirve de aprendizaje para no cometer los mismos errores. Si además de esto le añadimos el plus de dar las gracias por la ayuda… ¡entonces sí que sí! Ahora sí que salgo por la puerta grande y no haciendo humo por la salida de emergencia. 

Moraleja: más vale dar la cara y no la espalda a las personas. Una bofetada se puede ver venir, pero que te den por el culo sin esperarlo, eso no le gusta a casi nadie.

Un comentario en “Responsabilidad afectiva

  1. Me resuenan mucho tus palabras. Respetar a los demás es respetarse una misma. Y no dejar que nos traten mal -¿verdad que suena mejor que maltratar? ¡pues es lo mismo!- también. Gracias.

    Me gusta

Replica a Inma Baixauli Cancelar la respuesta