Podría ser el título de un podcast, y puede que un futuro lo sea. Hoy «El sistema que no amaba a las mujeres» arranca como una serie de textos en donde daremos rienda suelta a nuestra ira, esa que sentimos cada día y ante cada situación en la que se nos menosprecia por el mero hecho de ser mujer.
Agárrate porque vienen curvas.
¿Sabes cuando vas al ginecólogo y no tiene en cuenta que eres cíclica y lesbiana? ¿O cuando el mecánico del taller te habla como si fueras tonta? ¿El gasolinero haciéndose el héroe para echarte combustible como si tú no supieras? O ese vendedor de tornillos que te hace un puñetero test para darte los 2 putos tornillos para madera de 4×40 que le has pedido hace media hora y que no se fía de que te lleves los correctos.
Y en esos momentos es cuando comienzas a llenar el bote de ira. Y no paras. Llenas y llenas hasta que te paras en medio del salón de tu casa horas después y piensas: “¿y ahora qué coño hago con toda esta mala hostia?, ¿por qué no he sabido reaccionar en el momento mandando a la mierda al tío asqueroso ese?”

Pues porque no hay espacio para manifestar la ira, porque hay que tirar palante y aguantar y aguantar para ser “una niña buena”. Y cuando hablas eres la mala, la histérica, la punki, la vulgar, la choni, la desquiciada del coño!!!!
“¿Y por qué ahora?” te preguntan muchos, “¿no lo puedes hacer en el momento y poner fin a la situación antes?” ¡ME CAGO EN TUS MUELAS DIEGO!
Pero no nos podemos quedar en la ira, nos tenemos que movilizar y pasar a la acción. La ira es un motor, pero no debe ser el único. Necesitamos organizarnos y regularnos desde lo sano, no desde la desesperación y la puñetera resiliencia, pero querido, las dos hostias te las vas llevar como sigas así…
En resumen: estamos hasta el coño. Porque es lo mismo en todos los sitios, a todas horas, en todos los planos, SIEMPRE. Es el puto sistema, que no ama a las mujeres.
